Un paseo por el Mercado Medieval de Leganes
Buenos días a todos,
Este pasado fin de semana fue el Mercado Medieval en Leganés. Durante tres días, el centro de mi ciudad se llenó de artesanía, gastronomía, danzas, títeres,… La Plaza de España fue su centro neurálgico. Las calles aledañas y la Plaza de la Fuente Honda completaban el recorrido por el Medievo. Como cada año, me paseé bien acompañado por sus rincones, disfrutando del ambiente festivo. En esta ocasión, se notaba un mercado algo más pequeño que en ediciones anteriores. La afluencia de gente también se vio mermada, sobretodo por la climatología. Aun así, viernes y sábado hubo bastante público.
Dando una vuelta por los puestos de artesanía, me quedé muy sorprendido por tres de ellos:
– El primero era más bien debido a su montaje que al propio material que vendía. Se trataba de un bosque de hadas, con sirenas, las propias hadas y muchos elementos boscosos. Vendían unos colgantes y pulseras con pequeños frascos que guardaban el tesoro más preciado del mundo de estas pequeñas criaturas, un extracto de pura magia que puede otorgar capacidades voladoras a los mortales: el polvo de hadas. No os he podido traer ninguna fotografía porque las propietarias de ese stand no permitían tomarlas.
– El segundo de ellos me llamó poderosamente la atención, primero por su olor, a madera quemada. Al aproximarme comencé a maravillarme. Se trataba de ilustraciones creadas por algún tipo de quemador sobre superficies de madera: Platos de madera maciza pulida, escudos de madera, pequeños troncos,…
– El último era sobre una postales tipo Pop-Up, es decir, al abrirlas se desplegaba y montaba una imagen. Tenían desde edificios emblemáticos como escenas de cuentos (el de Rapunzel me encantó) o navideñas. Aquí me vi en la necesidad de pecar y adquirir alguna de esas pequeñas maravillas.
Otro de los momentos grandes era cuando comenzabas a oír los acordes de las gaitas y tambores, esa musicalidad que inundaba la calle y te situaba en los cuentos y leyendas. También se pudo ver títeres inmensos o elementos algo más cómicos como un gran niño medieval con una piruleta gigante.
Entonces, llegamos a las atracciones. Todas hechas en madera y metal y con el esfuerzo humano como combustible. Allí había un barco pirata, una noria o un carrusel o tio vivo. Por supuesto, mis niñas no dejaron pasar la oportunidad de probar cada una de las atracciones.
En la parte gastronómica, probé una creppe deliciosa, unas patatas fritas al estilo chip o un hidromiel algo acervezada.
Como en cada edición, fue un paseo muy agradable, divertido y que seguiremos repitiendo en los próximos años