Relato: ASESINOS USADOS

ASESINOS USADOS

La daga descendió describiendo un arco, tal y como lo había hecho un centenar de veces en las últimas semanas, pero en esta ocasión algo salió mal. Un pequeño dardo atravesó la ventana impactando apenas un segundo antes en la víctima. Esta hizo un brusco movimiento, y lo que debía ser un corte limpio, pasó a ser una explosión de sangre. La daga había seccionado una arteria de la base del cuello. El líquido, caliente y espeso, golpeó al asesino en pleno rostro pero el efecto fue devastador. Cómo si le hubieran despertado de un terrible sueño, el velo que cubría el raciocinio del asesino cayó como una losa. La pesadilla la tenía delante de sus ojos. Estaba situado a horcajadas sobre una mujer de mediana edad que boqueaba intentado encontrar el aire que, debido a corte irregular sufrido, apenas si alcanzaba a penetrar en su garganta. A su vez, un sonido gorgojeante llenaba la habitación.

—Ma… —Las palabras costaban salir de los labios del asesino, como si hubiera estado años sin usar su propia voz—. Madreee!!!

Una mirada de incomprensión se instaló en el rostro ceniciento de la mujer, instantes antes exalar su último aliento. El asesino se derrumbó. Se acababa de despertar de un sueño, pero la pesadilla era la realidad. Abrazó con fuerza el cuerpo, ya sin vida, de su madre y una fuerte congoja se apoderó de él. Apenas se dio cuenta de los dos cuerpos que descansaban al lado de ellos. La puerta de la habitación se abrió de pronto y una dulce voz llenó la estancia.

—Mama, ¿qué pasa? ¿Por qué tanto ruido?, pero… —La niña dejó caer la vela que llevaba en la mano. La voz de la infante pasó de ser un susurro aterciopelado a un escalofriante grito aterrorizado—. Aaaaaaahhhhhh!!!

Esa voz, era su hermana Fleara. La escena que se abría de nuevo a sus ojos era más de lo que podía soportar. Postrado junto a su madre, yacía su padre con un perfecto tajo en la garganta. Un charco de sangre rebosaba el borde de la cama y goteaba sordamente en el suelo de roble pulido. A los pies de la cama, el cuerpo de su hermano pequeño yacía con el cuello doblado en un ángulo extraño. Los recuerdos de estos hecho atroces no le llegaban a su mente pero no tenía duda que lo había cometido, pero ¿por qué?
En apenas unos instantes, el jefe de la guardia personal de su familia entraba atropellada mente en el dormitorio de sus padres, alertado por los gritos de la pequeña.

—¡Pero que es esta locura! —dijo mientras apuntaba con su espada. El agarre no era firme pues el horro de la escena hizo que vacilara—. Detente asesino.

Nada parecía real. Aun sostenía la cabeza de su madre. ¿Cómo había podido cometer tamaña atrocidad? ¿Qué broma del destino le había hecho arrebatar a su propia madre la vida cuando la suya se la debía? ¿Y qué podía decir de su hermano, apenas un bebe con unos meses de vida? ¿Cómo había osado quitarle el derecho a vivir cuando apenas había comenzado su andadura por este mundo confuso? Seguía sin poder reaccionar. Aun no era consciente de que empuñaba la daga con la que había asesinado a sus progenitores. El Jefe de la Guardia se abalanzó hacia él. Con un par de esquivas gráciles y dos movimientos precisos, el más que veterano soldado yacía con un feo corte en el costado y en la corva. El asesino se sorprendió al verse tan hábil en la lucha. Si de niño era de los más torpes jugando con espadas de madera en sus luchas imaginarias para rescatar a princesas y derrotar a villanos. Ahora era capaz de batir a un soldado creado a si mismo en mil batallas. ¿Qué le había sucedido?. Lanzó la daga hacia la puerta, quedando esta a escasos metros de su hermana.

—¡A mí la guardia! —gritó el herido.

Ese grito le trajo de nuevo a la realidad. De nuevo se vio superado por ella. En un rincón lloraba de rodillas su hermana, mirándole con una expresión de decepción y pena.

—¿Cómo has podido hermano? —más que decir la palabra, la escupía con todo el rencor y desesperación que la niña, en su completamente destruida inocencia, era capaz de reunir—. No, lo entiendo. ¿Qué va a pasar conmigo? ¿Estoy sola en el mundo? ¿Qué te habían hecho ellos?

Eso fue más de lo que podía soportar. Tiró la daga y se aproximó con paso vacilante hacia su hermana. Su estampa, lleno de sangre de sus padres y su mirada perdida hizo que su hermana retrocediera gritando una y otra vez.

—¡Ayuda! Quiere terminar conmigo. —La desesperación evitaba que se pudiera poner de pie—. No te acerques más… vete!!!!

Una saeta atravesó la estancia y se le clavó en el hombro. Tuve que retroceder por el impacto. Entonces lo vio claro, si hermana presa de la desesperación, el terror y el miedo, intentó huir de toda esa la realidad. Tomó la daga y se la clavó en el pecho.

—Voy con vosotros Mamaaaá…

Es como si se hubieran apuñalado a ambos al tiempo. ¡No quedaba rastro de su familia! ¡Les había matado a todos y no sabía por qué! No existía salida. Un fuerte estruendo de metal y madera le indicaban que se aproximaba el resto de la guardia de su extinta familia. Esto tenía que terminar. Se encaramó a la ventana por la que había accedido a la estancia. Rechazó la cuerda que le esperaba para su huida. Abrió los brazos.

—Se que no os encontraré allá donde vayáis pues el infierno será mi descanso —dicho esto estiró los brazos y se dejó caer. Un impacto sordo confirmó el golpe. Esa noche había desaparecido cualquier rastro de una de las familias mercantes más importantes de la ciudad.

*** o ***

Al otro lado de la calle, apostado en una de las sombras que permitía el tejado, estaban dos sombras apenas visibles. Habían estado pendientes de toda la escena. Uno de ellos guardó su cerbatana.

—Ya se ha completado la misión de nuestra última adquisición. —Un susurro apenas audible voló con la brisa nocturna—. El mejor método de borrar nuestras huellas.

—Asesino Desprogramado —dijo la otra sombra antes de desaparecer en la fría noche.

Nota: Publicado en la tercera entrega de la revista online LiF en la sección Delirios de Acterateuim. En la revista podréis disfrutar además la ilustración de Tamara Kadoura que acompaña a mi relato LiF 3 (Lupus in Fábula)