Relato: EL RITUAL PROHIBIDO

EL RITUAL PROHIBIDO
La caverna, que llevaba más de cien años clausurada, volvía a tener actividad. Los restos de los sellos descansaban esparcidos en la entrada que había vuelto a ser cerrada y atrancada desde dentro. Nada debía alterar los acontecimientos. Una tenue luz volvía a inundar la estancia. Cuatro sacerdotisas de tercer año se afanaban en los últimos preparativos. Hacía unas semanas que había caído en su poder un extraño y viejo grimorio que contenía prácticas perdidas en el olvido y otras prohibidas. Todas ellas dedicadas a la deidad a la que rendían culto, Grillow, El Señor de las Tinieblas. Cierto era que del panteón, este era un dios menor y sus seguidores no eran los más numerosos. Esto no impedía que las sacerdotisas de este culto no fueran de las más temidas pues su poder era bastante destructivo, tal y como reclamaba y proporcionaba su dios. La sala constaba de cuatro altares menores compuestos de mesas de mampostería de piedra labrada repletas de runas y glifos. Sobre cada una de ellas descansaba inconsciente de unas narcotizadas aprendices del culto. Sus jóvenes cuerpos estaban apenas cubiertos por una tela negra con el símbolo plateado de Grillow, una luna atravesada por una cruz. Esta era una de las representaciones más antiguas de la deidad. Para completar la estancia un retablo esculpido en la propia piedra coronaba la sala del culto. La actividad era frenética. Pronto daría paso a un ritual que llevaba muchísimos años sin ejecutarse. En pocos minutos, todo estaba dispuesto. Cada sacerdotisa se encontraba frente a su víctima y ofrenda al dios. Estaban dispuestas sobre la mesa ritual, atada cada extremidad al extremo de la cruz con un cordaje de cuero reforzado. Su respiración acompasada era un claro síntoma que la droga seguía haciendo su efecto. A una señal de la líder de las sacerdotisas, se desenfundaron cuatro dagas ceremoniales idénticas y comenzó el salmo. En ese preciso instante, la estructura crujió como si estuviera desperezándose tras centenares de años sin tener uso. La iluminación menguó dejando todo en unas púrpuras tinieblas. Las voces de las ejecutoras bailaban al mismo son, entremezclándose y elaborando un complicado perfil de subidas y bajadas de ritmo. Al llegar al primer in crescendo, las dagas descendieron al unísono provocando un corte profundo en la parte interior del muslo derecho de las ofrendas. Rápidamente, la mano libre de cada sacerdotisa taponó el torrente de sangre de la víctima. Aun quedaba ritual por hacer y las ofrendas debían vivir hasta el final del mismo. El fluir de sangre colmaba ya la cruz desembocando en cuenco situado bajo el altar donde descansaba la víctima. El ritmo del salmo volvió a crecer y las dagas volvieron a bailar. En esta ocasión provocando un corte en la mano que taponaba la herida. Cuando ambas sangres se fusionaron, el entorno cambió. Toda luz se apagó. Las tinieblas reinaban en la caverna mientras la retahíla de voces seguía su interminable cadencia. El retablo de piedra comenzó a parpadear y a volverse intangible. En su lugar se formó un portal y de él entró una criatura del averno, un avatar de Grillow, una de las ocho formas conocidas del Señor de las Tinieblas. Se trataba de un inmenso humanoide de más de tres metros de altura, con la parte superior del cuerpo similar a un búfalo de pelaje negro y de su espalda brotaban dos pares de alas similares a las de una rapaz. Desprendía una potente aura de terror y maldad. Parecía que el aire había abandonado la estancia pero, aun así, ninguna de las cuatro voces dejó de vomitar las palabras que componían el salmo. La criatura afianzó su posición y comenzó a indagar en las almas de las sacerdotisas. Sus voces vibraron al notar el roce de un dios pero consiguieron que el ritmo no se viera afectado. Lo estaban consiguiendo. La recompensa valdría la pena. Tras estudiar a las cuatro ejecutoras de ese rito, decidió comunicarse con ellas telepáticamente. Expandió su raciocinio y conectó las cuatro mentes en un solo hilo conductor del pensamiento.
—¿Quiénes son las que han osado invocarme? ¿Solo aprendices? ¿Es a esto lo que ha llegado el Culto? —Su voz, aun siendo solo una imagen mental del poder del Dios, hizo que la voluntad de las sacerdotisas se viera nuevamente tentadas a huir despavoridas pero demostraron una gran entereza aguantando de nuevo ese envite—. ¿No vais a responder a vuestro señor?
—No sois vos nuestro Señor, solo un mero instrumento por el que se comunica con sus más fieles servidoras. —La voz mental de la líder de las sacerdotisas resonó con fuerza en las mentes de cada una de ellas. El miedo se apoderó de ellas pues no esperaban que se mostrara tan agresiva con el avatar. Se estaban jugando mucho y era mucho también lo que podían perder. Aun así, el salmo continuaba, demostrando un dominio extremo de concentración.
—¿Osáis provocar la ira del Señor de las Tinieblas? —El grito hizo que las piernas de las mujeres temblaran—. ¡Nadie conoce los designios de un Dios!
—Nosotras hemos recuperado este ritual para que el Culto a Grillow vuelva a ser hegemónico. No dudamos que esos son los deseos de nuestro Señor. —La líder no retrocedía ni un ápice ante la muestra de poder del avatar.
En ese preciso instante el salmo concluyó. Los ojos de las ofrendas se abrieron y volvieron a la consciencia pero se hallaban tan débiles que apenas ofrecieron resistencia. Sus ojos comenzaban a transmitir esos últimos atisbos de vida. El ritual estaba a punto de concluir. El avatar se adelantó y emitió un aullido.
—¡Ilusas! Ahora comprenderéis porque este ritual fue prohibido —emitió mentalmente. Tras ello abrió sus fauces y emitió la voz proyectada de Grillow—. Escuchar la voz de un Dios.
Las cuatro sacerdotisas cayeron al suelo entre gritos de dolor. Parecía que su cabeza fuera a estallar. Sus manos intentaron inútilmente tapar sus oídos pero la voz resonaba una y otra vez en el interior de todo su cuerpo. Comenzó a manar sangre a chorros por cada orificio de su cabeza. Ojos, boca, fosas nasales y orejas expulsaban ese líquido vital mientras comenzaban las convulsiones. En pocos minutos yacían muertas con una expresión aterrorizada decorando sus rostros. La sangre expulsada por ellas comenzó a vibrar y, como su tuviera vida propia, inició un lento avance hacia cada ofrenda. Cada sacrificio fue absorbiendo tanto su sangre como la de su torturadora y, cuando la voz del dios dejó de reverberar, abrieron sus ojos. Las ataduras se disolvieron, liberándolas de los altares. Se incorporaron y, al contemplar el avatar, cayeron de rodillas, postradas ante la imagen de su dios. Este se volvió y se dirigió al portal que comenzaba a disolverse. Se introdujo en él y antes de desaparecer, proyectó su voz hacia sus nuevas sumosacerdotisas.
—Alzar de nuevo mi Culto hasta que las tinieblas reinen en el mundo. —Todas respondieron afirmativamente. Serían una grandes servidoras – Y dejad el libro del Ritual Prohibido en algún lugar escondido para que las futuras insensatas lo encuentren a su debido tiempo.

Nota: Relato presentado al V Concurso de Literatura e Ilustración Fantástica (2013) de La Era del Caos en la categoría de Relato Corto. Aquí os dejo el link del relato en la web de La Era del Caos