Relato: OTRA RONDA
OTRA RONDA
La tarde tocaba su fin y la taberna seguía con un gran ambiente. La aldea de Alayder estaba de celebraciones. Al fin se había superado la incursión de la tribu bárbara que acechaba desde el norte, aunque con un gran número de bajas. Til, el propietario de la taberna, conocía el cruce de sentimientos de todos los que se hallaban en su establecimiento, puesto que él también había sufrido durante el prolongado ataque. Norlinder, su futuro yerno, había sido apresado y asesinado por aquella raza bestial y traicionera. Su hija aún lloraba su muerte, pero sacaba la suficiente entereza como para servir las mesas con una media sonrisa dibujada en su delicado rostro. Se le rompía el corazón tener que ponerla a trabajar pero, tras varias semanas de asedio, tenían que recuperar la normalidad y la taberna era una sitio de reunión y sosiego para Alayder. Al fondo del local habían sentado una pareja extranjera. La mirada del tabernero se quedó perdida en su mesa. ¿De dónde habían salido? Toda la aldea estaba agradecida puesto que su intervención fue determinante para el fin del ataque. Aparecieron en el pueblo hace dos días, y accedieron burlando las fuerzas atacantes y las de vigilancia de Alayder. ¡Toda una proeza! Se trataba de una mujer ya entrada en años, de poca corpulencia y vestida con un traje de viaje bastante anticuado para los cánones de moda de los últimos años. Su acompañante era un adolescente, un poco más joven que su hija. Portaba una mochila repleta de libros y pergaminos e iba vestido como cualquier joven granjero de la zona. En esos pensamientos estaba divagando cuando se inició una pelea entre un guerrero de la aldea y un comerciante de ganado. El primero acusaba a este de no haber abastecido correctamente a la fuerza de defensa de la aldea. En un momento, el resto de soldados que estaba con el que inició la discusión se unió a la trifulca. Jarras, sillas y mesas comenzaron a volar por todos lados.
—¡Qué estáis haciendo..! —Til comenzó a gritar y a avanzar hacia la pelea. En ese instante, el joven soldado que había sido el origen de todo, un tipo llamado Jolier o algo así, desenvainó una daga que llevaba en el cinto con un movimiento enérgico, con tan mala suerte que al completar la maniobra, alcanzó a la hija del tabernero en el brazo derecho—. Yalaaaa!!
El aullido de Til fue de tal magnitud que, durante un breve instante, todos los de la taberna se quedaron petrificados. Lo que siguió a continuación, iniciaría la historia de Fleir el Brujo. Un halo de luz blanca y rojiza inundó el local. Todo movimiento quedó paralizado, estupefacto ante este hecho tan inusual. Una figura avanzó desde la mesa del fondo. Todos miraron hacia allí excepto Til que aprovechó la distracción para acercarse y atender a su hija. En la taberna no se oía más que los lamentos de la joven herida y los comentarios de su padre mientras la atendía. Notaron ambos que alguien se había detenido a su lado y al volverse, comprobaron que se trataba del joven extranjero.
—Buenas noches, mi nombre es Fleir y, si me lo permiten, puedo ayudar. —Ni Til ni su hija podían apartar la vista de él. Un aura blanco rojiza envolvía al joven y este tenía una mirada de ternura en el rostro—. No os alarméis, soy un aprendiz avanzado del Arte de lo Arcano.
Dicho esto, se arrodilló junto a ambos y puso la mano sobre la herida de la joven. Está intentó apartar el brazo pero, al fijar la mirada en la cara del joven mago, le dejó hacer. Su rostro mostraba una sonrisa y, a su vez, una expresión de concentración. El aura que le envolvía empezó a apagarse y a concentrarse en la mano que agarraba el brazo. Una sensación de bienestar inundó a la joven y la herida comenzó a cerrarse. En pocos instantes, el dolor remitió por completo y tan solo quedó un ligero cosquilleo bajo la cicatriz que se formó.
—¿Cómo podré agradecéroslo? —La mirada de la joven buscó los ojos de Fleir. Al encontrarlos se sumergió en la determinación, poder y, aun a pesar de ellos, bondad.
—Me bastará con vuestro nombre —Una sensación empezó a recorrer al joven mago. Era algo que reconoció de inmediato. El aura que lo envolvía se intensificó. Era una nueva premonición que iba en busca de su conductor.
—Yala
Las palabras de la joven embriagaron el ambiente de la taberna y, por un instante, nada en el mundo existía salvo ellos dos, aún unidos por su contacto. Apenas fue un susurro, pero en la cabeza del joven mago tronó con gran fuerza. Un torrente de imágenes y sensaciones empezó a invadir la mente de Fleir. Se vio a sí mismo tomando a la joven Yala. Iniciando una relación y postergando sus estudios de magia. Sintió la felicidad que le embargaría con su unión. Paladeó su cuerpo, sintió como el sudor de ambos se juntaba, notó también la ira que provocaban esos pequeños enfados cotidianos. Las sensaciones eran tan intensas que su aura empezó a concentrase más y más. Era la premonición más fuerte que había tenido. Notó un deje de decepción al no desarrollar más su poder y el dolor de la marcha de su maestra arcana, pero a su vez, la felicidad que notaba alrededor de esa joven. Se vio con ella embarazada y sus nervios al intentar atender el parto. Este era el momento álgido de la premonición. Al tener a su hijo en brazos, el aura ya inundaba e iluminaba media taberna, pero en ese momento todo cambió. La visión de su hijo en brazos explosionó con un aura de maldad que inundó la mente de joven mago. El nacimiento de su hijo conllevaría la llegada de un gran poder maligno. El aura de Fleir cambió de la tonalidad blanca-azulada a una con unos ligeros toques rojizos. Inconscientemente, empezó a apretar el brazo de Yala. La joven emitió un ligero gemido, pero se encontraba divagando en los ojos del joven mago. Este comenzó la letanía de un hechizo, uno muy poderoso. No podía permitir la llegada de un ser maligno tan poderoso. Esto debía finalizar antes de acabar. Una firme presión sacó al joven mago de su estado de concentración. Se volvió como un resorte dispuesto a hacer frente al que había osado interrumpirle. La mirada dura de su mentora le frenó en seco. Había sido ella la que lo había distraído. Su expresión no admitía replica. Le indicó que soltara a la joven, se levantara y le acompañara de nuevo a su mesa. Fleir, aún reacio a abandonar la decisión que había tomado, sabía que no se debía importunar ni desobedecer a su Maestra. Aunque en la batalla que había tenido lugar hace unas horas, todos los miembros de la aldea le vieran solo a él ejercer la magia, fue su mentora la artífice de la mayoría de las defensas efectuadas. Su poder no tenía límites o eso parecía. Era una de las grandes Archimagos del Reino, Lady Aleria Roth Una vez se sentaron de nuevo en su mesa, todo en la taberna pareció volver a la normalidad, excepto por las miradas de asombro y temor que los clientes le lanzaban de vez en cuando.
—Cuéntame la visión que has tenido. —La voz de su Maestra tenía un tono monótono. La sorpresa apareció en el joven mago—. No pongas esa cara y relátamela. Lo que estabas a punto de hacer es muy grave y necesita una explicación.
El joven se sonrojó. ¡Había preparado un hechizo letal para acabar con la chica! Le había descubierto, incluso a mitad del sortilegio. El joven le relató todo lo que fue capaz de componer en su mente. Mientras la narración proseguía, el rostro de su mentora no cambió ni un ápice la expresión. Cuando finalizó, Lady Aleria tomó un prolongado trago de su vino especiado y emitió un suspiro.
—¡Esta juventud! ¿Cómo me dejé convencer para tomar de nuevo a un aprendiz? —parecía hablar para sí misma—. Está bien, has trivializado la visión. Te ha sido mostrado parte de un futuro que puede existir o no. Además has sentido un gran poder maligno al tener tu hijo en brazos, no que fuera este el que lo portara. Puedes elegir, o más bien intentar, dirigir tu destino o dejarte arrastrar. Lo que está claro es que asesinar a sangre fría a una adolescente inocente por un bien mayor, no creo que sea un sentido de la justicia muy correcto. Y más cuando aun no estás preparado, y posiblemente ninguno lo estemos jamás, para poder ponderar así el bien común.
Las palabras de su Maestra fueron como una bofetada. ¡Qué habría sido capaz de hacerle a Yala! ¿Habría podido matarla y seguir con su vida como si nada? Se empezó a sentir estúpido y caprichoso. ¿Merecía tener ese poder? ¿Acaso se creía en posesión de la verdad como para ser Juez, Jurado y Verdugo? ¡Hasta donde podía crecer su ignorancia! Sumergió su cara en sus propias manos y empezó una llantina apenas audible. ¡Era el peor de los monstruos! Una mano se posó en su cabeza consolándolo. Lady Aleria le llamó la atención.
—Nada se ha hecho y esto te debe hacer recapacitar. —Un deje de ternura se vislumbraba en las palabras de la Maestra—. Fortalécete y medita antes de actuar. Ahora levántate y acércate a la joven.
La cara de Fleir cambió al horror. Acercarse de nuevo a Yala. Le aterrorizaba la idea.
—No puedo ¡Qué voy a decirle! —La voz del joven tartamudeaba las palabras como si estas pesarán como una montaña. Una sonrisa pícara se asomó en el rostro de su mentora.
—No te voy a dar consejos sobre mujeres pues no es mi cometido —mientras decía esto, levantó ante sus ojos la copa vacía—. Pero le digas lo que le digas, pide otra ronda.
Nota: Presentado a la Primer Concurso de Relatos de Sant Jordi de la Asociación La Era del Caos (Relato en el Foro del Concurso)Publicado en la cuarta entrega de la revista online LiF en la sección Delirios de Acterateuim. En la revista podréis disfrutar además la ilustración de Tamara Kadoura que acompaña a mi relato LiF 4 (Lupus in Fábula)